En el año 848 San Eulogio de Córdoba nos da las primeras noticias que tenemos sobre la vida monástica en navarra.
Por la carta que escribe al Obispo de Pamplona tras su periplo por tierras navarras, descubrimos un gran número de monasterios en los valles pirenaicos del noreste de Navarra y de los valles aragoneses contiguos.

El papel de estos monasterios en la configuración del entonces naciente Reino de Pamplona tuvo una gran importancia ya que aportaban el marco ideológico y cultural basado en la tradición cristiana frente al peligro invasor musulmán.
La mayor parte de estos monasterios eran pequeñas iglesias rurales propiedad del señor feudal del lugar.
A partir del s. XI se produce un fenómeno de concentración monástica en torno de los grandes cenobios de Leire e Iratxe y los monasteriolos de esta zona pasan a depender de la Abadía de Leire.

La documentación nos revela que en el s. X existía el monasterio de Isusa en Ustés, dedicado a San Miguel y San Martín (quedan dos cerros con esta denominación).
En el s. XI existía otro monasterio en Egurzano dedicado al Santo Ángel donde al parecer había unos baños curativos.
En Aspurz en esa misma época había al menos tres monasterios de tipo familiar. De uno de ellos, el de Santa Colomba todavía quedan vestigios.